El Toro de Barro

El Toro de Barro

viernes, 29 de junio de 2007

"La Rosa de Agua", de Neus Aguado


Dreyer Gertrud



Neus Aguado
La Rosa de agua


45

está la tristeza
del nacimiento
la transmitida
y después
la propia
la que crece
piadosamente
a nuestro lado

35

qué lástima haber nacido
y muerto tantas veces
en esta misma vida
sin disponer
de un reclinatorio
donde mejor llorar

40

respondes
a mi risa
¿puedo pedir
algo más
a la piedad
del otoño?


27

llegar limpia de nombres
a tu nombre
sin gestos del pasado
ni voces que reclamen
como recién nacida
que viera por vez primera
a alguien
que no fuera su madre
sin ecos reconocibles
y poder nombrar nuestra mirada
con palabras nuevas
que contengan
la profundidad
del primer día sobre la tierra


26

sueño
con unas manos
sin rostro identificable
al despertar
voy mirando
las manos
a destajo
la inquietud persiste
la indagación persiste
puedo soportar horas
mañanas tardes noches
hasta que
el desasosiego
me conduce hacia ti
allí en un despliegue
de abanico tus manos
se desnudan
a mi orfandad
sólo
las arrugas
que circundan mis ojos
las horas
busco tus manos
en todas las manos
las noches
las tardes tus manos
las mañanas


4

he cometido
muchos errores
dijiste
a mí no me importaba
uno más
sólo uno más
pero Francis Galton
acechaba desde el cuadro
y yo había dejado
el despacho
repleto de huellas
y no había tenido
hijos
por miedo a que fuesen
asesinos
fatal error hereditario


10
era la muerte
la intermediaria
lo supimos
en lo más íntimo
las muertes
nuestros padres
la muerte
de amigo y de amiga
la muerte
en el teatro
interpretándola
viviéndola
interpelándote
después de hablar
de muertes y suicidios
sólo nos quedaba
el amor


16

siempre
la atracción poderosa de la sangre
habituarse
desde la pubertad a la pérdida
estar más cerca de la vida
y de la muerte
y que este aprendizaje
sin fundamento lógico
no perturbe
demasiado
los días de sol y de amor.


11

el amor
como una luz
despacio muy despacio
casi sin darse cuenta
como una extraña flor
para el laberinto del alma


34

para el día después
llegó la lluvia
del inquieto verano
vuelve a llover
una rosa de agua
para el laberinto del alma




El Toro de Barro, 2005.

"Intimidad de la fiebre", Ed. El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2005

PVP 9 Euros
Pedidos a edicioneseltorodebarro@yahoo.es



Otros Poemas de Neus Aguado

"Sueños"  

"Oración"

"Nec spe nec metu"

"Cínica Belleza"

"El alma, a la hoguera"

"Una temporada en el Pére-Lachaise"

"La Rosa de Agua"



________________________
 © Neus Aguado 
En caso de reproducción, rogamos se cite su autoría.



Poeta de 
El toro de barro




























por El Toro de Barro)

viernes, 22 de junio de 2007

José Corredor-Matheos, "Resplandor..."

Georges La Tour


RESPLANDOR

José Corredor-Matheos


Ya comienza a llover.
Llega, por mi ventana,
el secreto mensaje
de la lluvia.
Demasiadas promesas,
para morir ahora.


Qué maravilla
la de haber nacido.
Qué maravilla, sí:
haber nacido ciegos.




Podemos dar más vueltas

o podemos sentarnos,
para pensar, sin prisas,
en la muerte.
El tiempo, aquí, callado,
deja oír otras voces.
En el agua,
la piedra y el silencio.
¿quién calla, quién nos habla?


Escribir un poema
que nada signifique.
Salir a la terraza,
respirar en la noche,
no esperar que alguien vuelva,
no desear ya nada.
Abrir sólo las manos,
y que de entre los dedos
alcen el vuelo, mudas,
asombradas palabras.



Voy a marcharme
lejos.
Algo
ya ha madurado.
Voy a marcharme
lejos:
donde se cumplan
todas las promesas.




Todo está solo,
y todo no está solo.
Todo está muerto,
y todo no está muerto.
Todo está lejos,
todo, si lo toco.
Todo perdido,
todo, si lo encuentro.




En los tiempos antiguos
los pintores crearon
otra naturaleza
no vista aún por nadie.
La primavera crece
en medio del invierno.
Tú creas, sonriendo,
la bella obra inútil.




No hay ninguna razón
para estar triste.
No hay ninguna razón
para estar triste,
ni para estar alegre.
No hay razón para nada.
Y sé feliz así.




Por qué debes sufrir
si no tendrás más gloria
que el mismo sufrimiento?
¿Y por qué has de empeñarte
en ser feliz
si no será otro el premio
que el pobre, fugaz, vano
de la felicidad?
Quédate sin deseos,
y deja que el vacío
se asiente en el vacío.


                                                   En homenaje a José Manuel Blecua

Sentir la muerte lejos,
sentir la vida lejos.
Gozar sólo del viento,
de toda la fragancia
de tus pasos.
Si no quieres morir,
no te importe vivir.
Haz como si creyeras
en la vida,
más no cuentes a nadie
tu secreto.
Deja la mesa así,
sin comensal.
Observa, desde lejos,
marchitarse
las hojas en los árboles.
No atiendas al teléfono.
Deja que el viento vaya
Y que vuelva después.
No abrirás ya más cartas,
ni ojearás periódicos
ni libros.
Deja que tu automóvil
te abandone.
Deja que tu reloj
siga marcando
un tiempo que no es tuyo.
Deja que todo sea
cual si tú
nunca hubieras nacido.





Escribes porque ignoras,
porque aún tienes miedo.
Las palabras se olvidan,
los cristales se quiebran,
tus sentimientos mienten.
Todavía no escribes porque sí.
No has conseguido aún
que algunos versos
resulten necesarios
a los dioses.
Tu voz es sólo tuya:
no es de nadie.




Ilusión de ser hombre,
playa desierta, nube.
No sé por cuánto tiempo
este poema temblará
entre tus manos
si es tan sólo
rumor entre las hojas.





                                              A Shichiro Enjoji

Que escriba sola.
Deja volar la pluma
en el paisaje.




No te preguntes
quién eres tú en verdad
si en verdad eres Tú.




Dejar tan sólo el hueso,
hasta que brille
como puñal o luz
que ilumine la noche
a mediodía.
Cortar de mí el tronco,
luego cortar las ramas.
Del mar, cortar las manos:
que no pueda apretar
con fuerza la garganta.
De la vida, cortar
lo que más duele:
los días y las noches.
De la muerte, cortar
el esfuerzo incansable
con que incita
a vivir para siempre.




Dónde se oculta el sol?
¿Quién está amenazando
con su espada
lo que aún tiene vida
por morir?
¿Qué nueva luz
alumbra el horizonte?
¿Qué nueva soledad
nos ha cubierto
con su manto de hierro?
Nos queda por romper
una única rosa
de cristal.
Una única rosa.






Soy un poeta pobre,
calumniado por el emperador,
que vive en la provincia
desde un siglo remoto.
Tarde ya, como el té,
oigo crecer las rosas,
desprecio lo que leo
en los libros sagrados
y subo al monte
a sorprender el cielo.
Ex funcionario,
viejo estudiante
de mandarín frustrado,
saboreo ya a solas
el vino rancio y turbio
que manan mis axilas.
Esta tarde a las cinco
he de coger la barca,
allá en el río azul.
Cuando la luna salga
me encontrará remando
bajo la fina bruma.
Tú habrás preguntado
Mil veces por el sitio
de mis rotas sandalias.
Y se abrirán las flores
de los pinos.











(Esta selección ha sido obtenida de la antología Deja volar la pluma en el paisaje, de José Corredor-Matheos. En la red, hay otras de enorme calidad, y cuyos enlaces están en caracteres más oscuros. Destaca por su buen criterio la que Jaime Parra publicó en la revista Barcelonareview. También nos parecen bastante seductoras las amplísimas recopilaciones editadas en las revistas A media voz (elegantísima) y PoesiasPoemas. Cualquiera de ellas, y todas ellas en su conjunto, puede llevarnos de la mano en una travesía por la obra del gran poeta manchego que será recordada e inolvidable)










miércoles, 20 de junio de 2007

José Ángel Cilleruelo, "Túneles"

TÚNELES
José Ángel Cilleruelo
(España)


9
Un día escucharé hablar por radio
del amor, mientras limpio los pasillos
y gabinetes del gran edificio
de la Esperanza. Sonará la voz
desde el carro, entre paños, botes, cubos,
la voz que a todos habla del amor.
Mientras aspiro la moqueta y friego

las letrinas se alzarán las palabras
con su pequeño túnel de verdades,
con ese cosquilleo tan menudo
que da la felicidad. Y a mi hora
me iré a la calle como quien un día
sale de la maternidad y en brazos

lleva un hueco y en brazos mece un hueco.

4

Si fue en otro momento, en otra época,
si las vigas cayeron tras las nieves
o por el sol que rinde las maderas
bajo las tejas; túnel tan propicio:
penumbra, pájaro, payaso, piel.Si no lo recordara cada día,
si mis brazos no fueran las paredes
en pie, tenaces; nada las derriba.
Qué presente sería este presente
si en la alacena se guardara el pan
y envuelta en un pañuelo la pulsera

que me regaló a cambio de palabras:
penumbra, pálpito, paloma, piel...Tan propicio: paredes obstinadas.


8


Dicen que junta patas e intencionescomo quien reza, la misma elevada
quietud. La llaman religiosa. Mantis
que observamos oculta entre las hojas
cuando pasa la mosca y la oración

se interrumpe un instante por cazarla.
Mientras la pata la sujeta fuerte

sus mandíbulas son el triste túnel
donde la vida se transforma en vida.
La mariposa que murió en su mano

la enterramos los dos junto a la encina
que por azar prendió en una maceta.
Mi hijo entiende estas cosas que cuento,
¿conseguirá que yo también las crea?


11

En noches áridas, cuando cortinasy persianas no logran ocultar
la oscuridad que habita en uno mismo

aunque sí cieguen la mirada ajena,
el ojo que no existe y se presiente

fijo sobre los cuerpos, es entonces,
en noches ásperas, si noche puede
ser un reflejo tenue en la pared
que la luz de una lámpara reparte,
cuando la angustia emerge desde dentro
y perfora los ojos con su túnel
de incertidumbres y de atardeceres
perdidos para siempre, salgo afuera
y camino desnudo por las calles.


14


Contemplo cómo cuelga ahí la nadamuchas veces, en la hilera de ganchos
que por la tarde deja ante el cristal
el carnicero cuando cierra el puesto.
Sus labios lo llenaron de caricias

un día, entre los orines y el frío.
Oyen risas de lejos si reímos,

al ritmo de las manos ven prendidas
motas moviéndose desde la acera.
Ya nadie se aventura entre las sombras
cuando el vigilante apaga los rótulos
después de echar la verja ante sus puertas.
Desde el mercado hasta la calle queda

un pasillo: hay quien lo llama el túnel.

lunes, 18 de junio de 2007

José Ángel Cilleruelo, El espejo del fondo

Hans Bellmer

EL ESPEJO DEL FONDO
José Ángel Cilleruelo
(España)

Hotel Casa de Mar


Una mañana abres la ventana
con el cuerpo desnudo de cintura para arriba,
el aire entre limpio y turbio y ella desdibujada
al otro lado de la cama.
Una mañana enciendes un cigarrillo
sentado al borde de la cama
y la miras dormir despacio
y despacio te vuelve la imagen
de ella besándote el sexo unas horas antes,
antes, tres años atrás,
no había siquiera una ventana que abrir.

Una mañana te despiertan los primeros ruidos de la calle
y corres las cortinas y abres la ventana,
una ligera brisa seca el sudor de la espalda desnuda,
buscas el tabaco en la americana
y la miras y su rostro no te dice nada.
Te apetece quizá despertar su cuerpo y besarlo
pero fumas lento y te miras en el espejo del fondo
y tu rostro apenas te dice nada.
Una mañana agradeces el frescor
que la ventana cuela, apagas el cigarrillo en el suelo,
te acercas al baño por un vaso de agua,
y oyes que dice algo desde el sueño.
Al pasar no te identificas en el espejo del fondo
y te acuestas de nuevo y de nuevo llevas tu sexo
hasta sus manos.



La noche


Conoce todas las conversaciones,
qué vida contará como la suya,
dónde habrá de reír, dónde callar.
No le sirve, por más que lo pretenda,c
omo sueño ningún hermoso rostro
ni joven. Ha cruzado muchas puertas
(entrado en tantos cuartos tantos días)
para que ahora le estremezca alguna.

Sabe que un cuerpo no es ya el paraíso,
mansedumbre del tiempo, puro don.
Pero de poco vale la experiencia,
de nada la meditación, presagio
o incertidumbre, cuando con la noche
le toma el ansia de animal herido.
Piezas ligeras


Una estación sin nadie en los andenes,
Un banco en la avenida y nadie cerca,
Un almacén abandonado,
El tope de una vía muerta,
Un autobús vacío,
Un jardín solitario,
Un tren sin luces,
La madrugada,
Un hueco.
Yo.
Canción del río Hudson


El río es la ciudad.
Digiere la inmundicia
lenta de los desagües y devora los humos
que se restriegan por su lomo en las madrugadas
de mercurio.
Barcazas con bidones
apilados y oscuros desbaratan
el trazo de las luces sobre el cauce.
Barcazas con enormes cubos
de desperdicios surcan las imágenes
de los enormes cubos del desorden.
Barcazas con las luces encendidas
y turistas borrachos, paquebotes
que dejan un sabor a gasoil en el aire,
lanchas y urcas con focos que disparan
su brillo a la madera calcinada
del agua.
Todo lo digiere, prieto
como la noche; todo lo dibuja
en su pizarra.
Y si algo estorba
o deshace el idilio que desde la avenida
miran ensimismados los amantes,
se besan, y ya nadie mira el río.

El río es la ciudad.

jueves, 14 de junio de 2007

Aurora Luque, Portuaria

Autor desconocido

SEDA ROJA DEL CIELO
EN LA BOCA
Aurora Luque
(España)
Hybris

En la cima, la nada.
Pero todo se arriesga por la cima
del amor o del arte.


Carpe noctem

Carpe noctem, amor. Coge el brusco deseo
ciego como adivino,
los racimos del pubis y las constelaciones,
el romper y romper
de besos con dibujos de olas y espirales.
Miles de arterias fluyen
mecidas como algas. Carpe mare.
Seducción de la luz,
de los sexos abiertos como tersas actinias,
de la espuma en las ingles y las olas
y el vello en las orillas, salpicados de sed.

Desear es llevar
el destino del mar dentro del cuerpo.


Gel

Preparo la toalla. Me descalzo. Esa esponja
porosa y amarilla que compré en un mercado
obsceno de turistas en la isla de Hydra,
qué dócil el agua cotidiana
tantos meses después, en el exilio.
De pronto el gel recuerda -su claridad lechosa,
su consistencia exacta- el esperma del mito,
el cuerpo primitivo y trastornado de Urano,
un susurro de olas mar adentro
y una diosa que aparta
los restos de otra espuma de sus hombros.
Me punza una emoción tan anacrónica,
un penoso latir, hondo y absurdo,
por ese mar. Por ese sólo mar. Busco una dosis
de mares sucedáneos.
Cómo podría desintoxicarme.
Dependo de por vida
de una droga. De Grecia.

Taller de sedería

Es un espléndido manantial de magnífica seda (...).
Salvo la seda, no hay otro comercio en esta ciudad,
por l o cual los forasteros no permanecen en ella y
sólo la habitan sus propios vecinos.
IBN AL-JATIB
Seda del párpado, seda de la ingle,
seda roja del cielo en la boca,
seda blanca, escondida, de la nuca,
la pieza con pequeños lunares de la espalda,
crisálida de seda en el ombligo,
el ovillo del púbis, la seda que se adentra,
el encaje de seda en la axila,
la organza de los labios,
la piel como sedante,
las palabras sudorosas,
el sedal sin anzuelo de los brazos,
piel de fibra tensada -tarea de hilandera
del gusano inquilino, el tejedor del gremio
de los sastres futuros que destejen
la vieja seda rosa y desvaída,
del trapero que rasga y que descose
los últimos rectores, los retales,
la mortaja de seda apolillada.



Pentasilea

Las crines encrespadas como algas
blanquecinas se alejan: el hermoso caballo,
desnuda ya la muerte por los campos,
huye despavorido entre despojos.
En el alba, la curva delicada
de un pecho frente a un turbio destino de guerrero.
-Qué dulcemente amargo el sabor insensible
de la noche contigo, oh Amazona.
La fruta de tu aliento, tibia y dulce,
no puede ya morder: un dios cambió los dados, y la muerte
anticipó su turno en la escalera
de la vida perfecta de los héroes.
El prólogo, los himnos, los presagios,
la gloria en la red, la humedad de los ojos,
la carnación, el iris, el fulgor, el asombro
con que la dios engaña sin piedad a los seres
me fueron evitados; sólo al darte la muerte
me devolvió tu cuerpo su perfume de sombra
y sólo he alcanzado, del amor, la belleza
altiva de su cumbre en brazos de la nada...


Camaradas de Ícaro

Porque pertenezco a la estirpe de auqéllos que
recorren el laberinto sin perder nunca
el hilo de lino de la palabra
SOPHÍA DE MELO
A veces cae un ícaro en cualquier
bahía o carretera. Baja girando, absorto
con sus descendimientos,
con la gracilidad de la caída.
Es ícaro y sabía
qué bisagras engarzan la carne con el cielo.
La intuición de ese vuelo que deshace
creció con los cimientos del cuerpo laberíntico,
aulló por sus pasillos.
Con el tiempo contienen nuestros huesos
traslaciones de sueños migratorios,
transferencias de vuelos;
contienen viejas alas refugiadas.
Limpió con muchas aguas sus sentidos,
fundó la cantidad convenida de cera,
puso en su propio aliento su secreto
de voluptuosidades depuradas.
En el mar le esperaba la belleza,
su séquito de insomnios.



(Hilvanamos esta breve selección de poemas de
Aurora Luque recogidos de la antología con que El Toro de Barro, allá por el año 2002 y bajo el título de Portuaria, quiso recapitular sobre una de las voces capitales de la poesía española de los años ochenta, a cuyos laberintos invitamos a entrar a los lectores de la mano de un estudio magistral de José Andújar Almansa y de una certera reseña que el poeta y crítico literario José Luís García Martín publicó en su día en El Cultural del diario El Mundo). Carlos Morales.

(Los vínculos de acceso directo, en color más oscuro)

lunes, 11 de junio de 2007

"Otoño", de Lívia Díaz



  




Otoño



Dirás que las horas no marcan el paso,
que la mañana fue azul,
que las princesas se fueron a morir
mientras el día iba combinando
las caídas de tu mar y mi montaña.
Dirás, que aletargado tu cabello tocó mi deseo
mientras se fugaba la razón
a tumbar hojas del parque, a inscribirse en sellos postales,
a merodear a los amantes con resaca que buscan donde dormir
briagos aún.

(Quizá, lo saben pero nos ignoran en su ritmo
perpetuo...
perpetuo...)

Van una y otra vez por la avenida
como las ondas que nos traspasan.
Dirás que fueron mis ojos -o los tuyos- o ese
cigarro que besa tus labios.

Dirás que los patines del diablo,
que las canciones,
que la noche...

Entrecierro los ojos y digo lo que recuerdo de mis pensamientos
mientras pasas delante de mi.

2

Te dejo un verso de mañana en esta ventana que robé a la vida
de espaldas al verano,
pensando cuántas hojas coleccionaré este otoño.

A veces, los abanicos
que deja el horizonte
llevan puntas de plumas,
que con blancos de tiro
-como la suavidad de un labio
apenas rozado con la punta del ojo-
Pasan inadvertidos en algo,
que recordamos del futuro.


3


Le digo que "la poesía no se vende"
porque no podría comprar esta distancia
ni ese silencio suyo que me arrincona.

Tampoco una mañana sin complejos
ni turistas en el parque de mis sueños
en que escucho...

Mi luna ha puesto su clavícula llena.
Le dio un codazo
al letargo.
Los oráculos asemejan canciones.
Vaivenes de un descuido
que otro sueño disipa.
Nuevos roles inflan las pandorgas
y en carnaval de personajes
salen a escena.

Alguien canta
yo canto
él canta
...cantamos.

Afortunadamente sabe sonreír
aunque ya es de noche.


4


Siete horas después volvió a tejer bufandas
para cada paloma de la plaza. Las llevaban volando
por el pico. Las llevó disfrazadas o arropadas.

Las bufandas de él, quien ese día,
no regresó a dejarle la mañana.

Palomas desveladas en la plaza. En la panza del parque
y en la calle, se llevaron su sueño. Y caminaba,
acaso sorda o ciega, acaso triste. Tejiendo el tiempo
para más bufandas.

Las bufandas de él, las que ese día
no regresó a dejar por la mañana.

Derecho y al revés de su agonía, hiló Fernanda el tiro
de chimeneas por aves, emplumadas. Y se le fueron,
reuniendo los recuerdos:

Bufandas para Juan, que hacía del día,
un regreso a besar en la mañana.

Siete horas después y ya el camino, del pasillo a la banca
y lo vivido, profundamente a oscuras. La mañana
un capricho de otro, que alacena, estibó los recuerdos...

Bufandas del deseo, que extinguido,
tiñe de sus ausentes el mañana.


5


Hoy no pude dejarte nuevos versos.
No tuve tiempo para hablar
otra nueva palabra que tu cuerpo.

Tiernos
peregrinos y cobardes, los suspiré
y de nuevo

-y frente a frente-
taciturnos y en sueños, respiramos.

Como una hoja de parra que, arrancada,
en una hoja de naipe se convierte.

Juego de sobremesa
en que circunda
como miel de febrero otro verano,
acudiendo en otoño
a un tibio invierno.

Alto cariño permanece y velo
por amasar su zafra





Nacida en México D.F. en 1965, Livia Díaz es periodista y, como tal, participó activamente en la fundación de la Red Nacional de Periodistas de la nación mexicana y de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género, colaborando activamente en algunos de los periódicos estatales de aquel querido país y en prestigiosas revistas informáticas de literatura. Integrante del Parlamento Hispanoamericano de Escritores, es miembro activo del Movimiento Internacional de Metapoesía y creadora del portal de artistas Hispanoamericano Microclim. Su obra poética, en su mayoría inédita, oscila entre el compromiso ético y una bienvenida inclinación hacia las revelaciones lingüísticas de la vanguardia, en muchas de cuyos eventos ha participado. En este orden de cosas, Otoño supone un viraje intimista y melancólico que convierte sus poemas en una excepción, tanto por su tono como por su forma, en el cuerpo general de su poesía, que -dejando a un lado los numerosos galardones cosechados- ha sido recogida en algunas antologías internacionales editadas en Canadá y en Estados Unidos. Los lectores pueden internarse por algunos de sus blogs, entre los que queremos destacar La poesía no se vende






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© Lívia Díaz
En caso de reproducción, rogamos se cite su autoría.